El origen de Pacific Rim comienza cuando el guionista Travis Beacham se encontraba caminando por la costa de California. Era una mañana con abundante niebla, que ocultaba en parte un muelle cercano. Con la distorsión de la bruma, a Travis el muelle le sugirió la idea de un monstruo gigante surgiendo del océano, y se imaginó a un robot gigante esperando en la orilla, dispuesto a pelear contra el gigante marino. Tras venderle la idea a Legendary Pictures, la productora pensó en un director capaz de materializar estos enfrentamientos colosales, y el elegido fue Guillermo del Toro, el director mexicano con una fuente inagotable de creación de mundos imaginarios y de una belleza onírica fuera de lo normal. Del Toro, seguidor declarado de este tipo de producciones desde su más tierna infancia, en la que ya dibujaba bocetos de monstruos y robots gigantes, seccionados para poder vislumbrar su interior y contemplar como los ocupantes de las máquinas se ocupaban de realizar diversas acciones propias de los gigantes mecánicos que controlaban. La película se inicia con un prólogo dónde se nos ilustra la situación en las que nos encontramos, en el año 2020, con un planeta Tierra acosado constantemente por ataques de monstruos gigantes , a los que bautizan como kaijus, procedentes de otra dimensión, que emergen a la superficie oceánica a través de un portal (brecha ) en el fondo del Pacífico. Se nos muestra entonces que se ha creado una división militar encargada de detener a estas bestias, utilizando robots gigantes pilotados por dos personas que establecen una conexión neurológica entre ellas, indispensable para poder manejar estos ingenios mecánicos, denominados Jaeger (procedente del alemán “Cazador”). El inicio de la película nos lleva directamente a una batalla entre un Jaeger contra un kaiju.
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La mayor virtud de la película, justificando su realización, es desde luego todas y cada una de las batallas de los Jaegers contra los kaijus. Son vibrantes, bien planificadas, y lucen mucho mejor que otras superproducciones de parecido calibre. Es notable el esfuerzo que ha hecho Del Toro y todo su equipo para intentar transmitir ese dinamismo y esa energía a estos momentos de destrucción, y lo cierto es que lo consigue. Son secuencias que contagian esa energía, y te quedas con ganas de ver más, pues tienen su duración exacta que no se hacen reiterativas. Quizás el último enfrentamiento puede parecer de cierta manera menos espectacular, pero es que viene después de esa brutalidad de la escena de Hong Kong. Los personajes en general son bastante correctos, y los tres papeles principales entre los que se centra el peso de la película, el piloto de Jaeger Raleigh Becket, el mariscal Pentecost, y la joven Mako Mori, aspirante a piloto de Jaeger, son adecuados y consiguen que nos interesen lo suficiente para seguir con interés el desarrollo de la película. Sin embargo, me da la sensación que entre las brutales secuencias de acción, no poseen el mismo nivel de interés, ya que las escenas con monstruos son realmente adictivas, y el espectador, está deseando volver a ver una de esas batallas, por lo que las escenas con los personajes humanos deslucen un poco. La mejor secuencia de la película, en mi opinión, es la pesadilla-flashback de Mako, en la que se nos muestra un trauma infantil de la protagonista enmedio de la aparición de un kaiju en la ciudad. Si bien me recordó en cierta manera al trauma que también sufre Ayana en Gamera 3 (lo cual puede ser hasta intencionado, conociendo el nivel de homenajes de Del Toro), la escena es terrorífica y conmovedora, inusual en este tipo de películas, y consiguen elevar el film entre la tónica general de este tipo de superproducciones. En cuanto a la estructura de la película, en mi opinión la primera hora de la película es donde se encuentra lo más destacable de la misma, con esa secuencia mencionada, y con la explicación de la conexión neurológica y sus efectos, así como los problemasderivados de la citada conexión, siendo en general más rica en detalles, en contra de una segunda parte con una resolución de corte más convencional, por otra parte reminiscente (también creo que intencionado, incluida la “misión” de uno de los personajes) del final de Japón Bajo El Terror del Monstruo.
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A nivel visual, aparte de las batallas, es una auténtica delicia. Del Toro es especialista en el diseño de sus mundos, y lo cierto es que la película posee un arquitectura óptica envidiable, desde los laboratorios de construcción de los Jaegers, hasta el muro de contención en el que trabaja uno de los protagonistas, pasando por ese Hong Kong nocturno, extraído directamente de Blade Runner (incluso el nombre de Hannibal Chou entronca directamente con la onomástica de la película de Ridley Scott, y terminando en el onírico mundo de los invasores interdimensionales, cuya paleta de colores me recuerda a los habitantes del fondo marino de Abyss. En ese sentido, es un alarde de imaginación.
Los diseños de los kaiju son en general bastante interesantes. Según declaraciones de Del Toro, están diseñados como si fuesen trajes de suitmation de toda la vida y pudiesen ser llevados por personas en su interior. Cada uno tiene su parecido con algún animal viviente, desde un gorila a un tiburón, teniendo éste último un aspecto que me ha recordado a Guirón, de la saga Gamera, y cada uno se engloba dentro de la escala Serizawa (!) que lo clasifica según su tamaño y peligrosidad. Además, al igual que Monstruoso, reutiliza el concepto de los parásitos de los monstruos que vimos en Godzilla’84. Incluso algunos diseños de los monstruos recuerdan al aspecto que tenía el monstruo de la película de Matt Reeves, incluso al monstruo alienígena de Super 8, de J.J. Abrams. Se debe reseñar que algunos de los rugidos de las bestias, provienen de la misma boca de Del Toro.
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En otro sentido tenemos para mí lo peor de la película, son esos dos científicos rivales, histriónicos hasta decir basta, que se hacen muy anticlimáticos en cada una de sus apariciones, y lejos de servir como contrapunto cómico y alivio del espectador, están sobrecargados. Entiendo que este tipo de personajes son una marca de la casa de Guillermo del Toro, pues aparecen bastante a lo largo de su filmografía, pero personalmente soy incapaz de sintonizar con estos papeles, y me da la sensación de que si se hubieran suavizado un poco, hubiera ganado la película. Incluso el genial Ron Perlman desluce un poco al tener que compartir todas sus secuencias con uno de estos personajes (aparte de tener el honor de protagonizar la secuencia post-créditos, un poco desafortunada).
La banda sonora de Ramin Djawadi, si bien de cierta manera deudora de Furia de Titanes, uno de sus anteriores trabajos (en especial el tema principal) y también recurrente en parte al sonido Batman de Zimmer (no en vano, compuso música adicional en Batman Begins) consigue crear un score efectivo sin grandes desarrollos o signos distintivos, pero que funciona correctamente con las secuencias, y como hemos señalado más veces, especialmente bien con los Jaegers, con ese pegadizo tema principal y sus distintas variaciones, y sin olvidar esos coros masculinos que acompañan a los pilotos rusos.
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En definitiva, Pacific Rim es una película divertida, estimulante, que si bien tiene un desarrollo hasta cierto punto convencional, consigue transmitir de manera contagiosa el cariño de Del Toro por el género de robots y monstruos gigantes, y los que somos receptivos hacia este tipo de producciones y objetivos de esta carta de amor del director mexicano, podemos estar orgullosos de poder contemplar un entretenimiento sólido, con una energía desbordante, rica en detalles interesantes, con guiños y homenajes continuos, multirreferencial, y con una imaginería visual desbordante.
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